Capítulo 1. Carpetana, un mastodonte en el metro


 

Clip Carpetana

Madrid es una ciudad que siempre tiene prisa, por eso los pasajeros que entran o salen diariamente de la estación de metro de Carpetana, enfrascados en sus cosas y en sus móviles, rara vez se fijan en lo que hay en la vitrina del rincón.

Quizá alguien notará, extrañado, que hay un “elefante” en el vestíbulo –“bueno, más bien medio elefante”- como nos explicó con desparpajo la empleada de Metro con la que estuvimos charlando.

 

 

Quizá alguien se pregunte distraídamente “¿y qué hace eso ahí?” mientras sigue su camino y se olvida del asunto.

Pero algunos, sólo unos pocos, se detendrán a leer el panel o, si llevan prisa, le harán una foto para leerlo ya montados en el vagón o en casa.

A esas personas va dirigido este artículo.

En primer lugar corregiremos algo que dijimos anteriormente: no se trata de un elefante, sino de la reproducción de un “Gomphotherium angustidens” (ya, nosotros también lo tuvimos que leer varias veces, despacito y moviendo los labios), pero ya que esto no es un artículo científico y que los propios paneles del metro así lo hacen, lo llamaremos “mastodonte” (¡qué alivio!).

Ahí lo tenéis, posando en plan photocall.

 

 Clip Parque Miocénico

“¿Y qué hace eso ahí?”

Pues resulta que entre 2008 y 2009 se llevaron a cabo unas obras de modernización en la estación (construida en 1983), para dotarla de ascensores, un nuevo vestíbulo y algunos cuartos técnicos.

Y al remover las tierras y perforar los pozos empezaron a aparecer huesos fósiles (¡más de 10.000!)

 

Así que nuestro amigo de 3 metros de alto y más de 2 toneladas, con sus orejitas, su trompa, sus cuatro colmillos (los dos superiores rectos y hacia abajo y los dos inferiores tan juntos que forman una especie de pala) estuvo por aquí en el Mioceno medio.

Para situarnos, el Mioceno medio fue hace unos 14 millones de años, cuando los Pirineos, los Alpes y el Himalaya aún se estaban elevando.

Pero no aparecieron sólo restos de este antiguo animal, sino de muchos otros con el apellido “primitivo”: tortugas gigantes… primitivas, caballos… primitivos, rinocerontes… primitivos y jabalíes… ¿lo adivináis?... ¡sí, primitivos! Incluso algunos animales con nombres tan evocadores y con regusto a película de miedo de serie B como “oso lobo” y “oso perro gigante”.

Los huesos aparecidos, sobre todo molares y partes de mandíbulas, se conservan en el MARPA — Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid (Alcalá de Henares). Sin embargo en la propia estación podemos disfrutar de unas buenas reproducciones.

 

Y estos son los primeros habitantes de Madrid, si exceptuamos fósiles de trilobites y otros invertebrados marinos de hace 450 millones de años, hallados en la Sierra de Guadarrama (que nos perdonen los trilobites pero, ahora que no nos oyen, nos parecieron demasiado aburridos y sosos para el capítulo 1).

 

           

 

También en el mismo yacimiento, junto con estos animales tan espectaculares, apareció otro elemento menos llamativo pero igual de importante por la información que aporta: el polen. Gracias a algo tan pequeño como el polen que se fosiliza junto con otros restos, se puede determinar qué flora convivió con esa fauna y reconstruir así todo el ecosistema.

 

Las Terrazas del Manzanares:

El yacimiento de la estación de Carpetana se encuadra dentro de las llamadas “Terrazas del Manzanares”, que son ni más ni menos que los escarpes escalonados que el río Manzanares fue creando hace millones de años, desde El Pardo hasta la confluencia con el río Jarama en Rivas Vaciamadrid y más allá.

No es tema de este artículo dar detalles sobre las terrazas cuando puede hacerlo, mucho mejor que nosotros, don Eugenio Fernández, naturalista especializado en la divulgación sobre el mundo animal, que en su blog (Crónicas de Fauna) publica un artículo titulado “De Madrid al Pleistoceno: la fauna de las Terrazas del Manzanares”.

Os adjuntamos el enlace para que podáis leerlo. Os lo recomendamos, es ameno, riguroso y no os dejará indiferentes.

https://cronicasdefauna.blogspot.com/2021/10/de-madrid-al-pleistoceno-la-fauna-de.html

En ocasiones estos yacimientos paleontológicos están en pleno centro urbano. Sobre las Terrazas del Manzanares se construyeron el pueblo y el Palacio de El Pardo, el Palacio Real y La Almudena, el Cementerio de San Isidro y Las Vistillas, el antiguo estadio Vicente Calderón y la fábrica de Mahou, Carabanchel Bajo y Arganzuela, el Matadero y el parque Madrid Río, la Depuradora de la China y la Caja Mágica.

Imaginad toda esa zona completamente salvaje, parecida a la sabana africana aunque más húmeda y pantanosa. Con todos esos animales yendo y viniendo, cazando, pastando, bebiendo en nuestro Jarama o en nuestro Manzanares, que antes no era tan pequeño como lo vemos ahora.

 

Todo el entorno rebosaba vida. Alrededor de los ríos Manzanares y Jarama se encuentra una de las mayores concentraciones de yacimientos de Europa.

Desde 1830 hay constancia de hallazgos esporádicos de fósiles de grandes vertebrados, pero es a partir de 1850 cuando se sistematizan y documentan científicamente los descubrimientos, especialmente cerca del puente de Toledo y del Cerro de San Isidro.

El primer descubrimiento documentado se produjo en 1850 en el Tejar de las Ánimas, junto al cementerio de San Isidro. En la zona que hoy ocupa este parque -donde aún se baila el chotis en las fiestas del 15 de mayo-, había una cantera de áridos, y los trabajadores empezaron a desenterrar extraños huesos y herramientas de piedra. El estudio científico fue llevado a cabo por el geólogo Casiano de Prado y por el médico y naturalista Mariano de la Paz Graells. Había aparecido el primer yacimiento paleolítico español.

Foto Cabré Aguiló 1911, fuente http://catalogos.mecd.es/

Foto Cabré Aguiló 1911, fuente http://catalogos.mecd.es/

Capas descritas del yacimiento de San Isidro por la Comisión del Mapa Geológico de España. / Graells 1897

Sin duda, las dos piezas más representativas de este yacimiento son la cabeza de elefante del Museo de San Isidro y el llamado Bifaz del Manzanares, del Museo Arqueológico Nacional.

   

 

En los años siguientes la expansión urbanística y la construcción de infraestructuras hizo aflorar más y más vestigios del pasado.

1958. Junto a la estación de Villaverde Bajo, al desmontar un terreno para ampliar la empresa ferroviaria que le da nombre, apareció el llamado “Elefante de Transfesa” (os dejamos el enlace al artículo de la Asociación Cultural del Grupo de Investigadores del Parque Lineal del Manzanares, GILP, donde os cuentan este sorprendente episodio, incluyendo un interesante vídeo de las dos ocasiones en que el NO-DO trató el asunto)

 http://www.parquelineal.es/historia/prehistoria/elefante-de-transfesa/)

  

 

1971. Cerca de la desembocadura del Manzanares en el Jarama (Rivas Vaciamadrid) los obreros de Áridos S.A. descubren los colmillos de un gran elefante. Era una hembra de unos 35 años.

Pero lo que os va a encantar a los lectores de este blog (que ya nos vamos conociendo) es que sus restos estaban esparcidos y troceados, con marcas de herramientas de piedra. Es decir, habían sido “procesados” por homininos, en este caso Homo Heidelbergensis, tatarabuelos nuestros y de nuestros primos los Neandertales (fueron nuestro antepasado común). Estos sí son los humanos más antiguos que hasta ahora se han encontrado en Madrid.

Aquí tenemos al Heidelbergensis más “popu”, Miguelón de Atapuerca, según una recreación del Museo de la Evolución Humana, en Burgos.

 

Pero los trabajos en la cantera continuaban. En 1976 la excavadora de la empresa rompe el costillar de otro elefante, en esta ocasión un macho de unos 50 años y 4,5 metros de alto. Se había descubierto el yacimiento de Áridos 2 (y claro, al del año 70 se le rebautizó como Áridos 1)

La suerte para todos los que nos gusta escudriñar el pasado fue que, al poco de morir ambos elefantes, sendas crecidas del Jarama cubrieron los cadáveres de limos y sedimentos, favoreciendo su conservación.

Las investigaciones han arrojado que estos animales tan grandes no fueron cazados, sino carroñados por los Heidelbergensis, que no tenían estructuras ni tecnología para cobrarse presas tan grandes.

Pero eso no les resta valor a estos tatarabuelos madrileños. Ellos no eran los únicos interesados en comerse a esos elefantes moribundos. Imaginad el peligro si alguno de los grandes depredadores de la época decide acercarse por allí a disputarles el festín de carne fresca.


Las generaciones de la IA, a menudo, son muy realistas pero poco rigurosas. ¿Un uro-mamut?
 

Afortunadamente ya no estamos en los setenta y ahora el respeto por nuestro patrimonio arqueológico y paleontológico es mucho mayor. En el año 2000 se inauguró el Centro El Campillo, y en el exterior del edificio se instaló una reproducción de la elefanta de Áridos 1 junto con su cría.

Bueno, reproducción, reproducción… no sé yo. Se dice que algunas veces, si se siente amenazada, la esforzada mamá se arranca para proteger a su cría de los tataranietos de los Heidelbergensis… Vease el clip de Parque Miocénico.


2003. En la confluencia del arroyo Culebro con el río Manzanares, (en el municipio de Getafe, muy cerca de Áridos 1 y 2) y también como consecuencia de la extracción de áridos, la empresa Preresa descubrió los restos de otro elefante en lo que se demostró ser un yacimiento del Pleistoceno (entre 90 y 85 mil años de antigüedad). Luego apareció también el único diente de león encontrado en Madrid, así como herramientas y restos de talla de cuarcita y sílex, ¡nada menos que 754 piezas!

Aquí también se documentan restos de un mastodonte "procesado" esta vez ya por Neandertales, con marcas de corte producidas por herramientas líticas.

 

   

 

Y aún continúan apareciendo nuevos yacimientos. En fecha tan reciente como 2023 se encontró un cementerio de elefantes al construir un centro logístico de bomberos en el polígono de la Atalayuela, en Villa de Vallecas.

 

Nos produce cierta tristeza y desazón pensar en cuántos fósiles se habrán perdido a lo largo de la historia, por ignorancia, dejadez o mala intención. Los que se tomaban por huesos de dragones, de gigantes o de demonios. Los que se habrán observado un rato por curiosidad antes de ser arrojados a una escombrera. Y los que más duelen, aquellos que se habrán pulverizado a martillazos “antes de que vengan a joder los arqueólogos y nos paren la obra”

Pero nos alegra pensar que en unos valles tan llenos de vida durante tantos millones de años deben quedar aún muchas sorpresas esperándonos, sorpresas que encontraremos al abrir un colector, al construir un parking, al excavar un túnel, al soterrar una línea de alta tensión… o al dotar a una estación de Metro de ascensores, un nuevo vestíbulo y algunos cuartos técnicos…

 

Volviendo a nuestro amigo de la vitrina del rincón, junto a las taquillas del metro, resulta curioso que sus huesos apareciesen precisamente en la estación de Carpetana, llamada así por estar en la Vía Carpetana, llamada así en memoria de los celtas carpetanos, otros madrileños que vivieron aquí desde el s. VI a. C. hasta que se transformaron en hispanorromanos en el siglo II a. C. Ellos también son “de aquí, de Madrid” … pero esa ya es otra historia.


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