Capítulo 2. El Valle de los Neandertales

 

 


El Valle de los Neandertales

Recordamos nuestra primera visita a Pinilla del Valle como una abrupta sucesión de contraluces y claroscuros. 

Rayos divinos, filtrándose en el exiguo espacio entre las cumbres, de nieve virgen, y las densas nubes. 

Caleidoscópicos reflejos dorados, en las aguas del embalse. Verdes praderas y playas marrones.

El yacimiento llevaba unos pocos años siendo excavado y se mostraba como una pequeña parcela vallada.

El sendero tenía mucho de atávico. Un caminante oteando el horizonte, cual explorador neandertal de una partida de caza. Indicando, desde su atalaya, surgida de la oscura tierra, la dimensión de la manada; que perseguían en su expedición cinegética.

Hay que decir que los neandertales madrileños eran gente flemática y experimentada y no cazaban piezas superiores al rinoceronte (hasta donde sabemos hoy). 

Aunque, en otras latitudes, nuestros extintos ancestros se venían arriba y se atrevían, incluso, con las más de diez toneladas de un mamut macho.

Clip caza del mamut 

Podemos pensar que eran más brutos que siete visigodos, pero solían asustar a los animales y conducirles a trampas naturales, como barrancos y pantanos. Solo hacían uso de sus lanzas cuando el animal estaba despeñado o inmovilizado. También carroñeaban, que resultaba mucho menos peligroso.

El entorno del valle de Pinilla era distinto en época neandertal. Por supuesto, no existía el embalse y el paisaje alternaba bosques y calveros, con una nutrida fauna de hervíboros y carnívoros.

La microfauna fósil indica la proximidad de un río o humedal permanente.


El clima pudo ser similar al nuestro, al margen de las fluctuaciones climáticas en periodos  tan dilatados. Y las montañas que enmarcan la zona serían iguales excepto por un glaciarismo activo, especialmente en periodos más fríos.

 

*Texto con apoyo de IA

Imagina una fría mañana prehistórica, hace más de 60.000 años, cuando el sol apenas asoma tras los picos de la sierra norte. 
 
En el Valle Alto del río Lozoya, un grupo de Neandertales despierta en la cueva Des-Cubierta. La niebla se mezcla con el humo de su fogata, mientras los cazadores preparan sus lanzas. En silencio, depositan cuidadosamente los cráneos de bisontes y uros que han cazado, en un ritual que trasciende lo meramente cotidiano. 
 
No es solo caza; es un santuario, un lugar sagrado que revela una compleja relación entre estos humanos arcaicos y el mundo natural que los rodea.

 

En la obra del coautor del blog, "De la caverna al metaverso", se comentaba sobre la aparición del pensamiento simbólico. Asociado  al ajuar funerario. En concreto del descubrimiento en Atapuerca del bifaz Excalibur, en la sima donde también se descubrió al pre neandertal "Miguelón".

 


Miguelón merece un estudio forense aparte, por las fracturas y patologías que muestra. Desde posibles heridas por encuentro con oso, hasta presuntos golpes por ataques inter personales, que, a la postre, le costaron la vida.

Nos induce a pensar que la vida de nuestros neandertales madrileños no debía ser de color rosa, a pesar de la abundancia de caza y recursos. 

Por desgracia, unas IA´s malignas determinaron que el hallazgo de Excalibur no demostraba la existencia de un rito funerario, en la actual Burgos, hace 400000 años.

Está claro que nuestros ancestros madrileños, hace 130000/90000 años, ya habían alcanzado el suficiente nivel de abstracción y simbolismo como para ritualizar, con una ceremonia, la imprescindible actividad cinegética.

 

El Valle de los Neandertales es un escenario donde historia y ciencia se entrelazan, para contarnos sobre el comportamiento simbólico y la vida cotidiana de uno de nuestros parientes más cercanos, ya extintos. Este espacio no solo guarda huesos y herramientas, sino la huella de mentes que pensaban y sentían en un tiempo remoto.

 

El yacimiento arqueológico, localizado cerca del pueblo serrano de Pinilla del Valle, alberga restos de fauna y evidencias materiales que ofrecen una visión sin precedentes sobre las estrategias de supervivencia y las posibles creencias espirituales de los Neandertales. 

Los hallazgos, dirigidos por equipos de investigadores destacados como Juan Luis Arsuaga y Enrique Baquedano, incluyen además piezas de tecnología lítica avanzada para la época (tecnología punta, literalmente) y restos óseos con señales de uso en actividades cotidianas y rituales. Estos datos aportan un enfoque interdisciplinar para comprender cómo estas comunidades se relacionaban con su entorno en el Pleistoceno Medio y Superior.

 

Respecto a las hipótesis de secuenciación de ADN de mastodontes y mamuts, de los clips de TikToK, por la ficticia doctora von Bingen, comentar que el mastodonte lo tiene más complicado por el enorme lapsus temporal. 

Si bien las iniciativas por desextinguir el mamut lanudo, por parte de empresas biotecnológicas punteras, como Colossal Biosciences, tienen financiación y han iniciado sus primeros pasos.

En lugar de la atractiva Bingen, el lanudo genetista George Church ha conseguido hitos como editar el genoma de cerdos para transplantes de órganos a humanos sin rechazo, almacenar una película en bacterias o introducir genes de mamut en ratones, haciéndoles tan lanudos como el propio ingeniero molecular. 

El salto a trastear con elefantes quizas supongo varios escalones técno-éticos, aunque el parque Pleistocénico (no áun el Miocénico) parece más cercano, tras contemplar a estos adorables roedores.

 

Fuente: Colossal

Para concluir, reseñar tres películas fundamentales en la comprensión del mundo de los humanos del Pleistoceno. 

Cada una, a su manera, trata el tema de la hibridación (responsable de nuestro 2% de genes neandertales y característica ausente en poblaciones subsaharianas).

Cada película es hija de su época y de los conocimientos del momento respecto a los neandertales, siempre arrastrando su leyenda negra de primitivismo.

En busca del fuego (1981):

Muestra a una tribu de neandertales que pierde el fuego y envía a tres hombres a recuperarlo, ilustrando una lucha épica por la supervivencia. Aunque no se centra en la hibridación, refleja la convivencia entre grupos humanos primitivos, un contexto científico plausible para ese tiempo. Su lenguaje y ambientación aportan realismo a la era prehistórica. Al final habrá hibridación voluntaria.

Nuestra favorita por su desarrollo argumental y los increibles escenarios donde se rodó. Adolece del conocimiento del momento: neandertales brutos y sapiens refinados y de tecnología superior.

El clan del oso cavernario (1986):
Basada en la novela de Jean M. Auel, la historia sigue a una niña sapiens que se integra en una tribu neandertal, explorando las diferencias y similitudes entre ambas especies. Ilustra la coexistencia pacífica y el mestizaje potencial, apoyado en estudios genéticos actuales. La película destaca la interacción social y cultural en tiempos remotos.

Para nosotros la peor de esta trilogía, sin dejar de ser una interesante opción.

Ao, el último neandertal (2010):
Narra la historia de Ao, un neandertal que tras la desaparición de su clan, entra en contacto con sapiens, mostrando la posibilidad de mestizaje. 

Refleja las teorías modernas sobre intercambios genéticos y culturales entre ambas especies. Destaca los cambios biológicos y adaptativos que derivaron de estos encuentros.

Casi a la altura de la obra maestra de Annaud, En busca del fuego. El prota es uno de los últimos neandertales. Un auténtico super héroe capaz de ejercitar el músculo y el cerebro por igual. Sale de las situaciones más comprometidas con las soluciones más ingeniosas.

En su odisea particular para volver a su tribu, tras perder familia y clan; arrastra a la sapiens Aki y a su bebé. El amor surgirá, tras infinidad de desprecios y vicisitudes. 

Quedamos a la espera de la inauguración en 2026 del Museo y Centro de Estudio del Valle de los Neandertales, para que la Historia cobre vida. 


Comentarios

  1. Otro interesante episodio. Creo que todos tenemos un pequeño porcentaje genetico de neandertal. Y está bien acabar con esa falsa imagen de inferioridad que se les ha atribuido. De hecho se sabe que sí eran capaces de hablar y comunicarse socialmente. Es una pena porque ya no podemos llamar neandertales para referirnos a los cafres recacionarios que se manifiestan en Madrid.

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    1. Lo cierto es que las primeras investigaciones, ya superadas, apuntaron a que los neandertales eran una especie de simios salvajes venidos a más, pero ahora se sabe lo que dices tú, que hablaban, que hacían representaciones artísticas rupestres y, como se postula en el artículo, manifestaciones simbólicas que podrían ser espirituales, como lo de conservar agrupadas las cornamentas, y sólo las cornamentas, de sus presas. ¿Una especie de templo o santuario?
      En todo caso, resulta fascinante.
      Gracias Marimar por tu comentario y por leer nuestras publicaciones.

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